12 junio 2010

Una Carta Abierta

Señores, hemos sido derrotados.

Y no porque nos hayan acabado, porque nos hayan metido suficientes balas o porque nos hayan terminando de rematar.

Sino porque mataron todos nuestros sueños... peor aun, mataron nuestras Ansias de soñar.

Si hoy no te proyectas con tu casa cómoda y amplia, tu tele para ver el mundial, tu auto lo mas cerca del último modelo, no eres nadie, eres alguien que no tiene donde caerse muerto.

Porque tú no estudias tu vocación, sino que estudias para no ser un muerto de hambre más, para que seas "alguien en la vida", como si tu no fueras ya tú mismo.

Y esto es debido a que supieron ponernos el mejor caballo de troya de toda la historia: El cinismo.

Porque el que no encaja, es un Joven Idealista.
No dice nada nuevo.
No sabe que la cosa ya no funcionó.
Se engrupió.

En algún momento clave, alguien fue lo suficientemente astuto como para darse cuenta que, efectivamente, la pluma era más fuerte que la espada. Que difundir la idea de que el tipo se engrupió es más poderosa que un fusilamiento sumario.

Que si, por ejemplo, a Martin Luther King lo hubieran logrado ridiculizar, habrían hecho mejor la pega que al pegarle el tiro. De haberlo banalizado, hoy no sería nadie, un "idealista" más del montón.

Acabaron con nuestros sueños acá, en aquel martes '73, o aun antes, en aquella placita de Dallas en el '63... peor todavía, nos lograron convencer de que el soñar era tierra infertil.

Y si la mente humana ha evolucionado tanto, nos ha entregado el arte, la ciencia, nos ha llevado a otros planetas incluso, es debido a que esta misma mente tiene aquella delicada y fundamental chispa: nuestros sueños.

Hoy, al habernos dictado qué soñar (la casa, el plasma, la carrera) nos han derrotado de manera atroz.

Soñar es parte inherente de nuestra Alma. No hay mayor diferencia entre no soñar y estar muerto, más allá de la biología. Es debido a que el alma sueña que tenemos tanta gente "ilusa" unida a organizaciones como Greenpeace, salvando ballenas, o yendo en barcos a Gaza. Porque el alma nos pide a gritos, somatiza la necesidad de que seamos gente Decente.

La frase ingeniosa, el sofisma clever puede lograr quedarse con la palabra final y decir que "tiene la razón". Pero entre tener la razón y hacer lo Correcto hay una diferencia con fuertes repercusiones. Un ministro puede tener las herramientas necesarias y las leyes a su favor para dejar a su muerte a 9 niños… pero Jamás será eso lo correcto, Jamás. Porque la Ley en su fin último, pretende es eso mismo que nuestras abuelas nos quisieron enseñar cuando éramos niños: que seamos gente Decente.

Pero hemos desarrollado los modelos y patrones mentales, los sofismas para ningunear a nuestras abuelas… la filosofía del "¿Pero qué tiene de malo?". El Hombre Debe plantearse preguntas, cuestionar lo que se le dice. Pero despreciar a nuestros ancestros con nuestros "¿qué tiene de malo?" nos ha llevado a los límites a los que nos condujeron en su momento Oppenheimer, Mengele, y muchos otros más. Lo peor que ha generado la raza humana.



La fuerza contenida en nuestra alma es tan grande que no logra aquietarse. Y es ahí donde el adiestramiento (la Gran Derrota) logra hacer que relativicemos nuestras emociones y sentimientos, nuestra fuerza. Y es en ese momento donde logran dividir las fuerzas que lograríamos al estar unidos, en diferentes grupitos:

- Quien se unió a grupos de ayuda al prójimo, es "noble pero tonto".
- Quién se radicalizó, es porque "se terminó por engrupir".
- Y quién no soportó el peso y necesitó adormecerse, se volvió cínico.

Y es eso lo más triste que nos pudieron hacer, que nos volviéramos cínicos por no poder ver ya una salida a esta vorágine. Adormecer la fuerza e inteligencia del Hombre.

Porque las nuevas generaciones, la sangre de refresco que llega, hace pedazos su idealismo contra las paredes del cinismo: "Oye, eso ya lo dijo otro engrupido antes", "Ya, si es lindo e idealista, pero aterriza, quieres?"

Y entra de lleno a ciclo pusilánime, egoísta y muerto de los sueños que nos imponen: el plasma, las zapatillas, el iPhone. La misma pingüina sangre que nos podría salvar, nosotros mismos nos encargamos de derribarla. El sistema funciona de manera impecable, retroalimentándose a sí mismo.


Señores, hemos sido derrotados.

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